diciembre 07, 2010

IMÁGENES Y COMENTARIO DEL CONCIERTO DE PIANO DE SONIA SUERO MANGAS

VELADA ROMÁNTICA EN UN MARCO INCOMPARABLE

Salas, villa fundada por Alfonso X el Sabio como Puebla de Salas asentándola a orillas del río Nonaya, alberga, entre otros destacados monumentos mayoritariamente medievales, la Colegiata de Santa María la Mayor, construida en 1549 por iniciativa del arzobispo Fernando Valdés Salas con el fin de albergar su enterramiento y el de sus padres. Es de estilo gótico renacentista y posteriores añadidos de los siglos XVI y XVII. Destaca el mausoleo del obispo, uno de los conjuntos escultóricos más destacados de España firmados por Pompeo Leoni. La escultura renacentista de finales del siglo XVI sobre alabastro, representa al clérigo-inquisidor, fundador de la Universidad de Oviedo, rodeado de las virtudes que guiaron su vida cinceladas siguiendo su dictado. A ambos lados del retablo mayor, del siglo XVII, los sepulcros también labrados por Pompeo Leoni de Don Juan y Doña Mencía, padres del que fue arzobispo de Sevilla.

En su interior, dotado de una acústica excepcional y agradecida, tuvo lugar el pasado 3 de Diciembre un recital de piano a cargo de la ovetense Sonia Suero Mangas (diciembre, 1983), un talento más de la inagotable cantera pianística del Conservatorio Superior de Música “Eduardo Martínez Torner” de la capital asturiana.

El programa, ambicioso, estuvo compuesto por obras de Scarlatti, Schumann y Chopin.

La agradable velada dio comienzo con las sonatinas del compositor preclásico D. Scarlatti K. 113 La M y K. 13 Sol M., que forman parte de las 555 que el músico napolitano compuso, siendo todas esencialmente de un solo movimiento y divididas en dos partes iguales; comprenden una gama sorprendente de expresión musical e invención formal.

La grandeza de las sonatas de Scarlatti reside en su riqueza de motivos musicales, en todas las figuras de su retórica musical. Destaca en su quehacer la variedad en la invención rítmica y melódica y la habilidad casi diabólica en la utilización de todas las capacidades del instrumento. A primera vista, la limpia y ordenada escritura de sus sonatas harían pensar en que la ejecución de estas obras es relativamente sencilla. Nada más lejos de la realidad. La claridad de su pentagrama esconde terribles dificultades para el músico que las interpreta. Algunas contienen cambios de mano, saltos de octavas, complicados arpegios y escalas rapidísimas.

En cuanto al ritmo, sus obras para teclado están animadas por un carácter vivo y variado, con una notable influencia de la rítmica de los aires populares de la música española. En numerosas ocasiones se escuchan células rítmicas que podríamos calificar de ostinati que recorren toda la longitud de la sonata y recuerdan a los del pulso de la guitarra flamenca. Se escuchan en su clave las notas repetidas de los instrumentos de cuerda pulsada o las castañuelas percutidas repetidamente.

La joven pianista extrajo del piano una claridad, tanto en el sonido como en las diferentes articulaciones que caracterizan a este tipo de piezas; así como un buen uso del pedal con sutiles toques apenas perceptibles pero que engrandecían el resultado final, que le permitieron exhibir sus excelentes aptitudes musicales.

Le siguió Papillons Op. 2 (“Mariposas”), celebérrima obra maestra de R. Schumann, ejemplo excepcional de la fusión entre literatura y composición musical. Compuesta para piano, consta de varias escenas de danza inspiradas en una fiesta de disfraces; cada danza trata de de retratar a diferentes personajes y no guardan relación entre sí, excepto la última. Está inspirada en la última escena de la obra Flegeljahre (Edad ingrata) de Jean Paul Friedrich Richter, mezclando el carácter festivo con un extraordinario sentimiento melancólico.

Es indudable que la aportación de Schumann al repertorio del piano es trascendental por su nivel de calidad inusualmente alto. Se ha ido imponiendo como uno de los compositores de referencia del Romanticismo. Su temperamento desbordante y su sensibilidad casi enfermiza se desarrollan en base a sentimientos fugaces, cambios de humor repentinos, influencias literarias; siendo posible su comprensión gracias a través de una inmersión en el mundo subjetivo del compositor. Sus composiciones siguen un perfil fantástico y caprichosamente dispuesto a reafirmar un secreto recorrido poético.

Obra ésta en la que se pude apreciar la doble personalidad del músico sajón. Anticipa el Carnaval Op. 9, incluso la primera pieza (un sencillo vals en forma binaria) será citada en el nº 6 del Carnaval ”Florestán”.

La sensibilidad de esta segunda pieza fue defendida con gran soltura y madurez por la intérprete, desde el legato implacable a las cadencias únicas por su agilidad y sutileza. Hermosa interpretación, fidelidad al pentagrama en toda su dimensión, bravura y entrega.

Faltaba lo mejor. La segunda parte tuvo como protagonista al gran F. Chopin. Sin lugar a dudas, el mayor talento pianístico de la historia de la música. Su música está pensada, creada y sentida a partir del piano. ¡Ah…….Chopin!

A diferencia de Schumann, fue un compositor estrictamente pianista, su música no necesita de inspiración extramusical, ni la literatura, ni la naturaleza representan nada sustancial en la “literatura” chopiniana; la música se explica en sí misma en función de parámetros estrictamente musicales: armonía, melodía, ritmo y tímbrica sonora. Chopin es también poeta, alma, compositor y nada se puede equiparar al gozo que nos produce cuando se sienta al piano e improvisa. Su verdadera patria es el reino onírico de la poesía.

La primera de las dos obras interpretadas fue el Nocturno Op. 27 nº 2 en Reb M, que ocupa el octavo lugar dentro de los 21 que compuso el músico polaco.

Los nocturnos son composiciones relativamente breves entres secciones, presentando una escritura característica: en la mano derecha una melodía de corte belcantístico, en ocasiones muy ornamentada con trinos, fermatas y otras florituras, como es el caso especial de este nocturno, que descansa sobre una base armónica desarrollada en un constante fluir de arpegios de la mano izquierda, que en este caso, se asemeja al ritmo de barcarola. Derivados de la romanza local que el músico polaco llevaría a la máxima altura poética.

La interpretación de Sonia fue exquisita, plena de sonoridades, realmente sentida y fiel reflejo de una “escuela pianística” muy especial, dando muestras de una gran sensibilidad.

El recital finalizó con la Sonata op. 35 Sib menor, la segunda de las tres que compuso Chopin, obra en cuatro movimientos, de gran dificultad, tanto técnica como interpretativa.

La marcha fúnebre fue compuesta en 1837 como pieza aislada. Dos años más tarde, compondría los otros tres movimientos que de una u otra forma se impregnan de su ambiente sombrío.

El primer movimiento comienza con una dramática llamada en acordes seguidos de un primer tema de carácter agitado, de violencia contenida, preparando la entrada al segundo tema, cuya primera sección es de un gran lirismo y calidez, mientras que la segunda recupera el carácter angustioso del primero.

El segundo movimiento persiste en el carácter trágico del primero, con un trío central, que es un vals lento de gran lirismo.

La marcha fúnebre en el momento más tranquilo de la sonata, con un ostinato en acordes en la mano izquierda, surge un canto lúgubre con algunos lamentos que representan el terrible dolor por la muerte de un ser querido. El trío central es un nocturno en Re b Mayor de carácter tranquilo, melancólico y resignado.

Casi sin pausa comienza el Finale Presto, último movimiento de la sonata; es un moto perpetuo de tresillos en las dos manos que produce un efecto de ráfagas de viento en el marco de un cementerio, con un efecto muy inquietante y desolador.

En esta última obra, fue donde la joven pianista demostró más concentración seguridad en su técnica, con mucho gusto en las secciones cantabiles, viviendo y trasmitiendo ese carácter dramático del que está impregnada esta gran pieza de la genialidad chopiniana. Con un roce casi imperceptible de sus dedos en algunos pasajes consigue un colorido, un fraseo y una acentuación precisa y transparente.

Todas aquellas fascinantes melodías, esa inefable delicadeza de ejecución, esas inspiraciones melancólicas y apasionadas y esa poesía en el sonido que se adueñan al instante de de nuestra imaginación y de nuestro corazón han cautivado y conmovido a los oyentes. A cada instante recorrían la Colegiata de Salas esos escalofríos eléctricos, esos murmullos de éxtasis y de estupor que son la aprobación del alma.

Como propina, deleitó al público asistente con una pieza de G. Faurè, “Improvisación” incluida dentro de las “Piezas breves”, interpretación llena de ricos matices, muy apropiada, dentro de la atmósfera romántica, casi en su totalidad, protagonista del concierto.

Ha sido un auténtico placer, una exitosa velada en un marco incomparable, en el que la joven pianista carbayona ha demostrado su alto nivel interpretativo, perfección, habilidad de ejecución y entrega que tanto emocionan y entusiasman.


1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Magnífico concierto. Enhorabuena a Sonia Suero,la pianista, a Amigos del Paisaje, a Caja Rural y a Mario Miranda.
Extraordinaria la acústica de la Colegiata de Salas.

11:01 a. m.  

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